A las bacterias que se encuentran en los alimentos fermentados se les atribuyen múltiples beneficios para el organismo, pero ¿son realmente ciertos?
Son microscópicos y nos acompañan desde la antigüedad. Existen tanto en la naturaleza como en nuestro cuerpo –sobre todo en la piel y en las mucosas–, y evitan que otros microorganismos más agresivos penetren en nuestro sistema y provoquen posibles infecciones.
Los beneficios que suponen para la salud no son un descubrimiento moderno, por eso a lo largo de la historia encontramos diferentes culturas que consumían productos fermentados que tenían bacterias, como el yogur, los quesos azules, las verduras encurtidas…
Sin olvidar que la fermentación se utilizaba como método de conservación de estos productos porque era muy eficaz.
Los probióticos los encontramos, como hemos dicho, en los alimentos fermentados, los podemos comprar en versión cápsula e incluso ahora los encontramos en formato chicle y caramelo.
Lo importante es que con su uso mejoran muchas de nuestras dolencias cotidianas:
· Las diarreas asociadas a tratamientos antibióticos y a sobreinfecciones por Clostridium difficile. La eficacia de su administración es evidente, aunque faltan más estudios.
· Las alergias, siempre y cuando la mujer tome probióticos durante el embarazo y la lactancia. En la gestación le pasa sustancias inmunomoduladoras, y una vez ha nacido, mediante la leche materna, las bacterias probióticas.
· La intolerancia a la lactosa, porque estos microorganismos ayudan a digerir mejor este azúcar que está presente en todas las leches de los mamíferos.
· La úlcera de estómago causada por la bacteria Helicobacter pylori. Algunas cepas de probióticos disminuyen esta infección, aunque no hay acuerdo en cuanto al tratamiento.
· Hipercolesterolemia, aunque solamente se ha probado en animales, se ha visto que reducen el colesterol y modifican el bueno a medio plazo.
Fuente cuerpomente.com
Naturópata